‘Viaje literario por América Latina’. Consigli di lettura di Alberto Fuguet e di Jaime Collyer, ‘El Mercurio’, Santiago de Chile


Questo articolo è apparso su El Mercurio, di Santiago del Chile, in vista dell’acquisto di libri intesi come ‘regali di Natale’.

GUÍA PARA CÓMPLICES
El arte de elegir
di Matías Rivas

7 de Diciembre de 2002
A la hora de escoger un libro para los amigos, ofrecemos, con ojo crítico, distintas propuestas en los diferentes géneros literarios y para todos los gustos.

MATÍAS RIVAS
La afición a la lectura implica asumir preferencias e indiferencias hacia diversos temas, ideas y, sobre todo, hacia las distintas formas de apropiarse del lenguaje, según el estilo de cada escritor. Para el filósofo inglés David Hume las obras de su interés debían estar exentas de refinamientos amanerados e ingenio vacuo. Addison esperaba ver lo natural reflejado de una manera que no fuera obvia. Y Montaigne confiesa en su ensayo De los libros, que por “nada se rompería la cabeza, ni siquiera por el saber, cualquiera sea este su valor” y agrega que en la lectura busca “deleitarse con sano entretenimiento” e “instruirse para bien morir y bien vivir”.
Lo cierto es que a la hora de escoger un tomo en una biblioteca o comprar libros delatamos nuestras fobias a la vez que revelamos el derrotero que trazan nuestros deseos. Porque se lee con placer, con odio para refutar cada frase, o con escepticismo, pero nunca con desidia. La concentrada acción de liberarse del tiempo cronológico para sumergirse en otro tiempo, con otras reglas implica, sin duda, un acto pasional. Quizá por eso los buenos lectores suelen esconder sus inclinaciones más evidentes: por pudor. Y probablemente de ahí viene la vieja arenga contra los libros que dice que éstos afectan al seso y pervierten, en la medida que avalan nuestras obsesiones.
Esta última preocupación, sumada al afán pedagógico, ha tenido como consecuencia histórica que las distintas religiones y parte de la academia se hayan encargado de constituir directorios de autores y títulos apelando a principios estéticos y éticos. Se trata de los cánones. Están las antiguas listas de Graciano, San Gregorio Magno o la más actual de Harold Bloom. La intención de todas ellas es convencer a incautos lectores de que lo verdadero y apreciable de la literatura no es demasiado y que, además, está en orden y resguardado por los criterios de la erudición, y de esta forma a salvo de las infinitas y peligrosas interpretaciones que pudieran sucederse.
¿Quién puede creer en algo así hoy? Muchos, todos aquellos que temen a la confusión y prefieren evitarse la avalancha de dudas que puede desencadenar una inquietud, o aquellos que no dan crédito al goce. Y en ese caso, ¿no sería mejor leer lo aconsejable, atenerse a los textos señalados? Es improbable. En primer lugar, cada libro exige la disposición de un determinado lector: a veces un cómplice, como pedía Cortázar; en otras ocasiones un astuto cazador de símbolos, como supone la poesía; y, en muchas circunstancias, un tipo paciente, meticuloso y con imaginación. En ese sentido son los textos los que imponen las exigencias. Basta recordar el caso emblemático al respecto: el Ulises de Joyce fue deliberadamente escrito para tener de cabeza a los especialistas por más de trescientos años.
Por otra parte, no existe posibilidad de avanzar en un texto si no es entrando en él sin miedo, con decisión. Saltarse, si es necesario, prólogos, notas y páginas ininteligibles. Así, a tropezones con el lenguaje, se adquiere la virtud de escuchar el sonido de las palabras, sopesarlas una al lado de la otra y de esta forma iluminar sin esfuerzo el sentido de una frase compleja o de un verso enigmático. Leer, por ende, es también sumar experiencias. Y en ese sentido, las reglas para penetrar una obra son exclusivamente las que hemos aprendido con la costumbre. Corre esto para clásicos, barrocos y modernos.Estas razones, entre otras muchas, transforman en un absurdo intentar leer los mejores libros, los venerables. Los lectores vehementes están condenados a errar de un mamotreto fome a novelitas para pasar la tarde y de ahí enganchar con un opúsculo hilarante, comprendiendo lo posible y disfrutando lo máximo. Por eso las obras sindicadas como elegidas, imperdibles u obligatorias, no son tales. Y probablemente no pasen de ser un síntoma de nuestra perspectiva de la historia, es decir, una serie de páginas acorraladas en una fugaz posteridad.

ALBERTO FUGUET
He devorado como si fuera un best-seller de aeropuerto el pesado y costoso libro Viaje literario por América Latina, del antropólogo italiano Francesco Varanini (El Acantilado, Barcelona 2000). Mitad crónica de viaje a lo Paul Theroux, mitad análisis descarnado de los libros latinoamericanos que odia (partiendo por Cien años de soledad), este ensayo es justamente un ensayo: ¿se puede contar una historia personal a partir de ideas ajenas? Sí. Además, Varanini, para no pasar como un crítico resentido (de hecho, no es un crítico sino un lector) se detiene en algunos de los libros latinoamericanos que ama (entre ellos, los del cinéfilo Andrés Caicedo). De alguna manera, Varanini escribe la novela de su vida: la de un italiano que ha viajado por América Latina y, por sobre todo, que ha leído mucho. Al tipo no le cuentan cuentos y no se traga ningún sapo (descuera a Gabo, tortura a Carlos Fuentes, reivindica a Cabrera Infante) y el libro destila una libertad ideológica a la que no estamos acostumbrados por acá. Varanini demuestra que la crítica literaria puede ser creativa y, por cierto, un género literario. Leyendo este viaje literario a uno le dan ganas de viajar, leer y de releer ciertos libros que uno daba por desintegrados. Un triunfo, sin duda.
Otros libros relativamente nuevos que recomiendo: los cuentos de Putas asesinas (Anagrama, Barcelona, 2001) de Roberto Bolaño (todo, al final, puede ser material de un cuento, y este libro es la prueba viviente de ello); La danza de la realidad (Mondadori, Ciudad de México, 2001), las alucinantes memorias de Alejandro Jodorowsky (la primera mitad es sencillamente impagable, en especial el episodio entre él y Stella Díaz Varín); la recopilación de las crónicas de Joaquín Edwards Bello (Antología de familia, Sudamericana, Santiago, 2002) de mano de su sobrino Jorge Edwards, a pesar de que no se llama El inútil de Joaquín; los cuentos completos de José Miguel Varas (Alfaguara, Santiago, 2001) la sorpresa de comienzos de siglo; El sangrador (Alfaguara, Santiago, 2002), de Patricio Jara, una sorprendente y ágil novela sobre la Antofagasta boliviana, que no es recomendable leer en la sala de espera de un dentista; Mi primera película (Alba Editorial, Barcelona, 2001), un costoso pero cinéfilo libro de confesiones de directores debutantes, editado por un tal Stephen Lowenstein; y Asfixia (Mondadori, Madrid, 2001) la sicopática y cómica novela “de hombres losers” de Chuck Palahniuk, el mismo de El club de la pelea.

CARLA CORDUA
La desaparición de Majorana, de Leonardo Sciascia, narra la historia de la desaparición de un físico nuclear italiano.
Carne de perro (Ediciones B, Santiago, 2002), de Germán Marín, cuenta el asesinato de una figura pública chilena durante el gobierno de Allende.
En un estado libre (Editorial Destino, Barcelona, 1981), V.S. Naipaul escribe sobre el Africa contemporánea vista por europeos que viven y viajan por el continente.
Fado alejandrino (Grupo Libro 88, Madrid, 1992), novela de António Lobo Antunes sobre Portugal y algunos problemas de la era post-imperialista en Europa.
Arquitectónica (Biblioteca Nueva, Madrid, 1999), consideraciones teóricas sobre la arquitectura de José Ricardo Morales en reedición española.
Libro del desasosiego (Emecé, Buenos Aires, 2000) de Fernando Pessoa, prosas sobre la vida personal.

MARCELO SIMONETTI
El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida (Tusquets editores, Barcelona, 2001) de Philippe Delerm. Regalarlo es hacer un acto de justicia con este francés poco conocido en Chile. Para quienes viven de la añoranza de tiempos mejores. ¿Se acuerda de cuando desgranaba porotos verdes en la mesa de la cocina? ¿De su jersey de otoño? ¿De la cortaplumas que tenía el abuelo? Delerm descubre la intimidad de lo cotidiano en relatos breves y entrañables.
El habitante del cielo (Seix Barral, Santiago, 2002) de Jaime Collyer. La historia de György Nagy devela una verdad oculta: lo importante no es volar si no hacer el intento. La mejor novela del mejor cuentista chileno. Para los que siguen creyendo en las utopías y en la dignidad del fracaso. Una historia sensible, épica, dotada de un particular sentido del humor.
El invierno en Lisboa (Seix Barral, Barcelona, 2001), de Antonio Muñoz Molina. Novela negra a la española. Engaños, amor, misterio y jazz. Apta para todo lector.

GONZALO MILLÁN
Diccionario de los sentimientos (Compactos Anagrama, Barcelona, 2001) de José Antonio Marina y Marisa López Penas. Cuesta identificar nuestros afectos, y el libro es dulce, ameno. Los autores adoptan la máscara de un investigador extraterrestre fascinado por nuestra complejidad sentimental.
Sin destino de Imre Kertesz (El Acantilado, Barcelona, 2002). Esta novela del reciente nobel húngaro combina un escenario infernal (Buchenwald, Auschwitz ) con la mirada de un adolescente que está descubriendo el mundo.
Antología al Silencio de Gonzalo Rojas (Dibam, Santiago, 2002, con fotografías). Después del primer tomo sobre el erotismo y luego tras el de la muerte, este tercer tomo del maestro de Lebu, en vez de cerrar, inaugura una torsión infinita.

JAIME COLLYER
Hace años traduje un libro que postulaba la práctica de regalar como un arte en sí mismo y que uno debía tomárselo muy en serio. Algunas de sus recomendaciones eran, por ejemplo, que el regalo fuera apropiado a la coyuntura o afín a la personalidad del obsequiado.
Desde esta perspectiva, a mis amigos más queridos, la Antología del cuento norteamericano (Galaxia Gutemberg, Barcelona,2002) de Richard Ford, considerando su altísimo precio y que muchos de ellos suelen andar con un déficit endémico de papel moneda. También recomendaría para regalar Monstruos cardinales (Sudamericana, Santiago, 2002), el libro de crónicas de Rafael Gumucio, que tiene abundante ironía y perspicacia como para sortear alegremente la resaca de fin de año, y la novela Desgracia (Mondadori, Madrid, 2001) de J. M. Coetzee, que es, quizás, lo más notable que he leído este año.
Por último, sugeriría un bellísimo libro del ensayista italiano Francesco Varanini, Viaje literario por América Latina (El Acantilado, Barcelona, 2000), que propone una lectura muy crítica pero muy sagaz de grandes narradores como García Márquez.

RAÚL ZURITA
Apariciones profanas (Hiperión, Madrid, 2002) de Oscar Hahn y Día quinto (Universitaria, Santiago, 2002) de Manuel Silva Acevedo son los últimas publicaciones de dos poetas chilenos que están entre lo más notable de la poesía de hoy en castellano. Asimismo han aparecido este año cuatro extraordinarios primeros libros: En algunos instantes (RIL Editores, Santiago, 2002) de Patricia Samsing, Hespérides (RIL Editores, Santiago, 2002) de Luis Risco, La geografía de un jardín de Gloria Yrarrázabal y Frente al fuego de Rosario Concha (Ediciones del Temple, Santiago, 2001) que cambian completamente el panorama de la poesía chilena. Lo otro: impresionantes las ediciones anotadas de Cátedra en cuatro tomos de los Cantares de Ezra Pound (Madrid, 2001) y de Réquiem y otros poemas y Poema sin héroe (Madrid, 1999), de la rusa Ana Ajmátova.

TERESA CALDERÓN
Me parece que no somos felices de Jorge Marchant Lazcano (Alfaguara, Santiago, 2002). Es un libro que queda para siempre archivado en el disco duro de la mente y del corazón. Sus personajes arquetípicos, casi palpables, reconstruyen una parte de la historia de Chile, país tan lleno de contradicciones. Allí encontramos a quienes se vuelven nuestros amigos o enemigos de carne y hueso. Con sus venturas y desventuras a cuesta, realizamos el gran viaje de la lectura. Impresionante la mano del narrador para conducir tan extensa y compleja historia; impresionante también el talento para definir con características propias a tantos y distintos personajes en una novela cuya fortaleza y dinamismo se aprecian con mayor intensidad en el trabajo del diálogo y el espacio del relato. Cerramos el libro y esperamos a que pase un poco de tiempo para volver a leerlo.
Piojo, de Mario Valdovinos (RIL editores, Santiago, 2002). Ansioso(a) lector(a) abre el libro, y ya en el índice es cautivado por los títulos de los capítulos. Grandes versos de grandes poemas. Esta historia nos cuenta la vida de Piojo, una escolar pensativa y solitaria que descubre la maravilla de los libros a través del bibliotecario de su colegio. Vamos paseando por los barrios de Santiago, reconstruido por el talento de un narrador capaz de generar una atmósfera que nos permite participar del relato, conocer lugares y personajes y escuchar con la madre de la protagonista, la música de un tiempo que ya se fue: música que coleccionaba bajo los nombres de “Canciones para la tristeza, Canciones para los días olvidables, canciones para cuando no sé atar ni desatar”. Es una historia que nos lleva desde la sorpresa hacia las emociones
intensas.
Círculo infinito (Al Margen Editores, Santiago, 2002). Es el más reciente volumen publicado por una Editorial nacida por obra y gracia de un grupo de talentosos jóvenes periodistas-escritores, con el apoyo logístico del escritor Francisco Rivas. Es una antología de cuentos y poemas de autores nacidos entre los años 71 y 83, seleccionados por Andrés Mancini y Carolina Herrera, y prologados por Soledad Fariña. Aquí encontramos un conjunto de voces que se asoman con su individualidad y talento a los umbrales del tercer milenio de la humanidad. Sus preocupaciones existenciales y literarias, sus diversos enfoques para apropiarse del mundo que se les torna incomprensible y ajeno hacen que éste sea un libro muy singular y necesario de conocer.