Viaje literario por América Latina – Reseñas: Tertulia


(Non riesco a ricostruire la fonte precisa. Aggiornerò se recupererò notizie precise)

Vale, vale, todos estamos hasta los cojones de las toneladas de artículos, reportajes, recensiones y comentarios destinados a ensalzar al genial-argentino, último-clásico-vivo, etcétera. Así que seré breve. Hay una serie de tópicos muy extendidos sobre JLB, probablemente difundidos por aquellos que no se han molestado en leérle, o que lo han hecho con el corsé de los tópicos bien apretadito. El que más me molesta es el de que se trata de un ARTISTA PURO, entendido como un hombre sin conexión con la realidad, aislado en su torre de marfil buscando preciosismos. También hay otro simplismo, que él mismo cultivó con su ambigüedad y, tampoco lo negaré, con cierta miopía política que le llevó muchas veces a ejercer su derecho a rectificar, que le atribuye una postura política reaccionaria. Mentira podrida.

Ha caído en mis manos un libro, que recomiendo encarecidamente a todos los que amen la literatura en general y la del boom en particular, titulado “Viaje literario por América Latina”. Su autor es el italiano Francesco Varanini, que tiene la ventaja de no ser un “crítico profesional”, figura horrenda a la que yo nunca le he visto demasiado sentido (no hay nada que pueda ser criticado desde fuera). Varanini se despacha a gusto, con gigantesca documentación y un estilo que más que leérse se devora, contra muchos tópicos sobre el Boom latinoamericano. (Por ejemplo, el capítulo dedicado a Gabo, “La carrera de un patán”, ha levantado ampollas desde el título, mientras que el dedicado al enormísimo cronopio Cortázar es cálido y entrañable más allá de las palabras). De este libro extraigo el pequeño discurso que pronunció Borges cuando para vengarse de él el gobierno de Argentina le nombró “inspector de pollos, gallinas y conejos”(!).

Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más execrable aún es el hecho de que fomenten la idiotez. Lacayos que balbucean órdenes, efigies de “caudillos”, “viva” y “abajo” programados, paredes embadurnadas de nombres, manifestaciones unánimes, la disciplina que usurpa, ella sola, el lugar de la lucidez. (…) Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor.

Manifiesto del arte comprometido, si este texto no tiene que ver con nuestra lucha de hoy, de aquí y ahora, ya me dirán con qué tiene que ver. A Borges hay que leérlo libre de prejuicios, disfrutando de su enorme complejidad. Y me callo.