Viaje al corazón de Latinoamérica, a proposito di Viaje literario por América Latina. Intervista di María Teresa Cárdenas, El Mercurio


Viaje al corazón de Latinoamérica, intervista a Francesco Varanini di María Teresa Cárdenas, El Mercurio (quotidiano), Santiago de Chile
Intervista raccolta quando fui ospite della XXII Feria Internacional del Libro de Santiago, ottobre-novembre 2002

Infinidad de lecturas y una pasión a toda prueba han acompañado a Francesco Varanini (1949) en sus múltiples recorridos por la geografía física y literaria de nuestro continente. Fruto de su experiencia, mucho más cercana al pulso vital que a los dictados de la academia, es el volumen Viaje literario por América Latina (El Acantilado, Barcelona), donde profundiza sin compromisos en autores como Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima o Jorge Edwards. Mención aparte merece el capítulo sobre Julio Cortázar, verdadero homenaje al creador de Rayuela.

– ¿Cómo surgió su interés en la literatura latinoamericana?

“En el colegio estudié castellano, algo muy raro en ese entonces en Italia. Luego estuve tres años en Ecuador, trabajaba en proyectos de búsqueda antropológica. De vuelta viajé por primera vez a lo largo del continente. Y volví a América Latina todas las veces que pude. Leer, al fin y al cabo, es seguir viajando, aun cuando el trabajo u otros compromisos obligan a quedarse en Europa. Para mi generación, los que nos volvimos adultos con el 68, leer novelas estaba prohibido por la ideología. El medio, el clima nos imponían una ley: sólo se debían leer ensayos políticos. Pero las novelas latinoamericanas eran permitidas, porque se las suponía vinculadas a una idea de Latinoamérica marcada por las imágenes de Castro y del Che. Así que yo también leí eso, pero, como es mi idiosincrasia, me puse de inmediato a pensar en qué había detrás de la apariencia”.

– ¿En qué momento decide volcar su experiencia de lector en este “Viaje literario…”?

“Leer y escribir siempre son dos caras de la misma moneda. Escribo para que alguien me lea, desde luego, pero ante todo para mí mismo. Escribiendo trato de hallar mi equilibrio, mi tranquilidad. Me muevo en pos de mis sueños. Alguien que me conoce me dijo que en realidad mi ensayo es totalmente autobiográfico, creo que es verdad: hablo de unos autores que viven en otro mundo, lejos de mí, pero al mismo tiempo hablo de mí mismo. Me reflejo en autores que de una u otra forma siento cercanos y que me permiten sacar a flote cosas que pensaba, pero sin claridad. Escribir es soñar un diálogo”.

– ¿Se propuso ‘poner en su lugar’ o desmitificar a autores y obras con este libro?

“No, no quiero ‘poner en su lugar’ a nadie. No me interesa. Alguien escribió que mi actitud frente a (García) Márquez y a otros grandes tiene algo que se explica con el sicoanálisis. Quizás tenga razón. Este libro me acompañó a lo largo de quince años. Me ayudó a volverme adulto. Todas las críticas que le hago a Márquez arrancan del amor traicionado, del desengaño. Quise con todo mi corazón Cien años de soledad”.

– Una de esas críticas es el haberse hecho demasiado consciente de sus objetivos como narrador. ¿Puede un escritor mantener su ingenuidad después de la publicación y, sobre todo, del éxito?

“Sí, se puede. Pero cuesta trabajo. Exige que uno esté en paz consigo mismo. A García Márquez le achaco más bien no tener ya objetivos. Desde hace años no tenemos más a nuestro Gabo, sino un simulacro que imita a Gabo. Quiero seguir pensando así, de lo contrario debería rendirme a la idea de que el Gabo que soñé y que quise nunca existió. Las apologías que acompañan la salida de su autobiografía no cuentan nada, son las cosas que se escriben sin haber leído el libro, homenaje debido al éxito, al poder. Yo me temo que Gabo es víctima del mercado, de las esperas de sus lectores peores, de los contratos que firmó. No es libre, escribe remedándose a sí mismo, él ofrece mercancía exótica para el gran mercado global, nada más. Sus libros se compran porque es famoso, no por verdadera elección. Y no se buscan en estas páginas sorpresas, iluminaciones, sino nada más que soporífera confirmación, siempre la misma historia”.

– Para referirse a varios escritores usted recurre a la comparación: García Márquez con Mutis; Carpentier con Lezama Lima…, ¿qué ventajas le significó este método?

“Es al mismo tiempo un juego y un método de indagación. En mi opinión las dos cosas siempre marchan juntas. La comparación, el juego de rebote, ayuda; en cierto sentido es como una máquina que, arrancada, marcha por sí misma, sacando a flote y alumbrando aspectos que antes de empezar yo tampoco veía. Escribiendo así la maña está en no insistir demasiado. Hay que aludir y detenerse”.

– Precisamente este método es el que deja al descubierto sus preferencias. ¿No tuvo temor de mostrarlas tan abiertamente?

“Para mostrarse hay que disfrutar de ciertas condiciones. Cada uno las buscará a su manera. Yo evito hacer de la escritura mi profesión, mejor dicho: mi fuente de ganancia. De hacerlo, el riesgo es demasiado alto. Escribir con libertad, cuando se vive de lo que se escribe, se vuelve casi imposible. Hay implícitos chantajes, autocensuras. Por eso hago otro trabajo, dicto clases en una escuela de management, soy asesor de empresas, me ocupo del cambio en las organizaciones, de Information Technology, de
e-Business. No es fácil escribir por la noche o en el tiempo robado, pero es mejor así”.

– En ese sentido, ¿cómo fue la recepción de este libro tan personal en los círculos académicos y doctos?

“Fue buena. Entendieron que mi libro era otra cosa, no crítica oficial y no historia de la literatura. En cambio, tuve problemas en Italia con cierta intelligentsia de izquierda. Un poco porque critico a Márquez. Y mucho más porque tildaron mi libro de anticastrista. Andan todavía diciendo que Persona non grata de Jorge Edwards hay que borrarlo de la historia”.

– Sorprende la cantidad de datos que incorpora en sus citas.

“Esta es mi actitud y mi placer, poner los hechos literarios en su contexto. Al fin y al cabo nací sociólogo y antropólogo. También es una forma de respeto con los lectores. Darles informaciones para entender mejor, ser generoso, mostrar también cómo se formaron las ideas del autor. Intenté hacer esto con la actitud del amigo que cuenta, no del maestro que enseña”.

– De acuerdo con la definición de clásico que recoge de Borges, ¿qué obras latinoamericanas merecen ser consideradas como tales?

“En un sitio web que tengo con un amigo pusimos clasificaciones personales de las mejores novelas. Hubo amigos que juzgaron tomando en cuenta la crítica, el éxito de público, las tiradas, etc. Respeto este criterio, pero yo prefiero ser totalmente subjetivo, y fundarme en mis emociones y mi gusto. Así le digo: Paradiso, Rayuela, Tres tristes tigres, Cien años de soledad, las Obras Completas de Borges (la edición Emecé sellada por él en 1974). Me paro aquí porque si sigo voy a citarle todos los autores que celebro en mi Viaje…. No son muchos al fin y al cabo”.

– Que García Márquez imponga un estilo (nobelmarquiano, como usted lo llama) y Borges una ciudad (Buenos Aires), ¿no cree que son méritos más que defectos?

“Claro que sí, son grandes méritos. Por esto son grandes maestros. Pero en mi concepto hay una enorme diferencia de actitud entre los dos. Borges es sumamente autoirónico, juega con su obra, adelanta la crítica criticándose a sí mismo, poniendo en dudas las razones de su éxito. Márquez, en cambio, se toma tremendamente en serio, y me parece que perdió el sentido de la medida”.

– Después de leer el capítulo “América Latina, sueño europeo” queda la sensación de que la literatura latinoamericana es efectivamente un invento de Europa. ¿Cree que estos autores escriben hoy en función de ese sueño?

“Lo que quiero subrayar es que novelas exóticas y de sueño o nostalgia de un paraíso terrenal ya las escribieron autores europeos. Son mitos y leyendas. No es fácil saber dónde radica la diversidad americana y quizás no sea yo, europeo, la persona más adecuada para intentar una respuesta. Pero es cierto que si la novela hispanoamericana se reduce a sueño, exotismo y tal, entonces no es nada nuevo. A
nosotros nos llega muy poco de la obra más auténticamente “americana”, escrita pensando en lectores americanos. Puedo citarle clásicos, como Martí o Lezama Lima. Pero en lo que atañe a obras contemporáneas, a lo más puedo intuir algo. Sí sé que hay, y que es distinta de la gran parte de la mercancía literaria que llega a Europa”.

– ¿Cuál es, según usted, el estado de la literatura latinoamericana actual?

“Hay por cierto alguien que en este rato está escribiendo en la sombra una obra maestra. Hay también algo nuevo e interesante en Chile, por supuesto, lástima que en Europa sepamos tan poco. En Italia se lee demasiado a Isabel Allende, se sabe muy poco de Bolaño, casi nada de Fuguet; nada de Lemebel. En cambio, y esto es lo peor, se considera a Sepúlveda gran novelista y hasta gran poeta”.